lunes, 18 de enero de 2010

Carta al periodista Federico Arreola



La campaña ciudadana en Facebook contra Calderón sí le hace daño. No sólo a su imagen, sino a la institución y a su legitimidad. Hoy la presidencia sí se toca, con argumentos y críticas como sucede en las democracias decentes. Internet nos da esa herramienta para abrir caminos de expresión ciudadana al mundo que antes habían estado coartados en el espacio público.
Van mas de 200 mil expresiones de descontento. La promesa del millón se vuelve simbólica y es significativa. Que no lleguemos al millón, resulta irrelevante a estas alturas. Pues sólo una mirada tan estrecha y obnubilada puede sostener que este ejercicio cívico resulta estéril e improductivo, que “no sirve para nada”.
Primero, hay que decirle que, de manera auténticamente libre y espontánea, se ha logrado un número de adhesiones superior al tiraje de los medios en los que usted mismo escribe; se ha logrado un número superior al que puede reunir el mejor aparato institucional para apoyar a los políticos en campaña; se ha alcanzado un número superior a los obtenidos por las encuestas de los medios de comunicación para evaluar al gobierno.
 En segundo lugar, usted asume que todos somos de izquierda. Si fuese más riguroso en sus investigaciones, se hubiese dado cuenta de que esta campaña ciudadana ha logrado incorporar a personas de todas las ideologías, incluso respetables académicos y jóvenes panistas militantes. Somos ciudadanos libres en ejercicio de nuestro derecho a manifestar nuestra opinión sobre quien nos gobierna, independientemente de nuestras preferencias ideológicas. Una cuestión de gran relevancia y valor que alivia un poco nuestra democracia tan desmejorada por la depredación político-partidista y empresarial. Ningún partido político que se hubiese propuesto “organizarnos” habría logrado que con tanta espontaneidad y libertad se manifestaran sus seguidores.
Tercero, su análisis resulta poco complejo para el trasfondo de este hecho  por las implicaciones que conlleva.  Sus deducciones de que la renuncia de Calderón, crearía inestabilidad y violencia, porque no está preparado nuestro sistema político, hacen pensar que usted vive en otro país donde le pagan un sueldo que satisface sobradamente sus necesidades y puede caminar tranquilamente por la calle. Pero el grueso de los mexicanos ya vivimos en constante inestabilidad y violencia y en precariedad económica. Asómese a Tijuana o a Ciudad Juárez. Dese una vueltecita por La Montaña, Guerrero, vuelva a visitar Chiapas. ¿Que la violencia no es política, sino de narcotraficantes e indígenas revoltosos? Las causas son políticas.
El grueso de los mexicanos no tenemos un trabajo bien remunerado o simplemente no tenemos.  No gozamos de prestaciones, ni nos pagan la niñera ni la comida como al poder judicial. No nos dan aguinaldos de 300mil pesos, como al poder legislativo. Nadie en el poder representa nuestras demandas. ¿Y usted intenta asustarnos de que podemos estar peor? No señor,  México no sólo vive en constante violencia e inestabilidad, vive también en injustica: no puede olvidar usted el asesinato de Luis Donaldo Colosio, aún impune; ni olvidar a Salinas de Gortari que vive con la certeza de que nunca un presidente irá a juicio;  no puede olvidar el estallido zapatista, que después de tres años de su aparición advirtieron que jamás dejarían las armas “porque vivimos en guerra”.  Y si su memoria es tan frágil, revise el número de ejecutados que van en este año en las ciudades del norte, muchos menores de edad y mujeres. O revise el número de muertos de los que prefieren la salida, los que emigran, porque ya perdieron la esperanza de ser escuchados.
Ya no nos asustan con sus análisis de tragedias o que el narcotráfico va a hacer de las suyas. Todo esto ya está pasando,  señor Arreola, entérese.  Y  le corrijo con todo respeto: el país no es el ingobernable, sino la elite político-empresarial. Desde hace tiempo vivimos en un país con una elite ingobernable formada por políticos, narcotraficantes y empresarios. Y una elite sin ningún control ciudadano es el mayor peligro para una democracia.
México, como usted bien sabe, es uno de los estados más caros en términos comparativos en el mundo y de menor calidad en sus servicios. Y ahora también uno de los más peligrosos.
Por último, señor Arreola, si fuese tan irrelevante esta campaña, “que no sirve para nada”, me pregunto ¿por qué se tomó usted la molestia en reflexionar sobre ella? Usted mismo es la prueba contundente de que sí logramos ocupar un espacio en la arena de los medios. Gracias por contribuir.



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